¿Qué quieres que te haga?
2025-05-05

1. Oración inicial
«Señor Jesús hoy quiero acercarme a ti con un corazón sincero, deseoso de conocerte más, quiero dejar de atesorar tantas cosas superficiales que me atan a este mundo para guardar el mejor tesoro del cielo, a ti mi Jesús. Mi mayor necesidad eres tú y antes que recibir respuesta a cualquier oración que te haga, quiero establecer una relación de comunión personal para conocerte más. En el nombre de Jesús, amén.»

2. Lee la palabra de Dios
“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino. Marcos 10:46-52

3. Reflexiona
¿Qué quieres que te haga? Este interrogante abre el inicio para una transformación, es la pregunta que el Señor nos hace hoy a cada uno de nosotros para mirar lo que realmente hay en nuestro corazón y cuál es el interés concreto que tenemos en Él. Es el momento de expresar nuestra necesidad y evidenciar nuestra fe en Jesús.
En este pasaje vemos al Señor deteniéndose en el camino para atender a un ciego que daba voces tras Él. Era un ejemplo práctico de lo que acababa de decir en Marcos 10:45 “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
También llama la atención que el ciego dejó todo lo que tenía para seguir a Jesús, dispuso su corazón para encontrarlo y finalmente fue restaurado. De la mendicidad pasó a recobrar su libertad y dignidad. Esto es lo que sucede en nosotros cuando encontramos a Jesús, nos recata de una vida de orfandad y desasosiego y nos da una nueva vida con propósito, llena de su amor inagotable, de paz y de gozo.
Bartimeo fue intencional en buscar a Jesús, del que había escuchado hablar mucho. Dice la palabra «Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces», con el fin de llamar su atención. Era una oportunidad única ya que Jesús no volvería a pasar por ahí pues iba rumbo a Jerusalén donde sería crucificado. Cuántas oportunidades irrepetibles pierde la gente a nuestro alrededor para acercarse y conocer a Jesús, porque no se esfuerzan en buscarlo, aunque también han oído mucho de Él.
Ojalá todos fueran como Bartimeo con una actitud decidida y con un fuerte deseo de conocer a Jesús, pues no dejó de clamar hasta que consiguió que lo atendiera: «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!» Así pues, un mendigo ciego, había llegado a una comprensión más exacta y más profunda de la Persona y la Obra de Jesús que los eruditos rabinos de Jerusalén. Mientras Israel era ciego a la presencia del Mesías entre ellos, un judío ciego lograba percibirlo con toda claridad. Lo reconoció como el Hijo de David, el Mesías anunciado, el Rey tan largamente esperado por Israel, el Salvador del mundo.
Las noticias que había recibido de Jesús fueron suficientes para convencerle de que Dios había cumplido su promesa y había enviado al Mesías. En cierto sentido, a nosotros nos ocurre lo mismo; hemos oído hablar de su poder, de su gracia, y de su deseo de salvar a los pecadores, aunque no lo podemos ver con nuestros propios ojos. Bien dice el Señor en su palabra: “bienaventurados los que no vieron y creyeron”, Juan 20:29b
Bartimeo nos da ejemplo de una voluntad firmemente decidida por acercarse a Jesús. Podemos imaginarlo luchando contra toda aquella gente que le quería hacer callar, desorientado sin poder ver cuál era la actitud de Jesús frente a su clamor. Su determinación y perseverancia en medio de las dificultades son ejemplo para nosotros, que muchas veces abandonamos por mucho menos.
¿Pasaría de largo el Maestro? ¿Haría oídos sordos a su clamor? Por supuesto que no. Aquel que había venido a dar su vida en rescate por muchos, no lo haría. El Señor siempre distinguirá nuestra voz aun en medio del ruido del mundo que se opone a que le busquemos. Bartimeo respondió al llamado de Jesús: “arrojó su capa”, “se levantó” y “vino a Jesús”. Se deshizo quizás de su única pertenencia para poder llegar hasta Él. A veces es necesario renunciar a tantas cosas que nos atan a este mundo para poder seguir a Cristo. Esta actitud nos recuerda lo que dice Lucas 14:33 «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.

4. Alaba a Dios

5. Comparte
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