Proclama su Palabra en medio de la crisis
2025-05-22

1. Oración inicial
«Gracias amado Jesús por escogerme y llamarme a tu reino, quiero responder a mi llamado consagrando mi vida a ti, que pueda proclamar tu Palabra aun en medio de la crisis, sabiendo que los resultados son tuyos. Espíritu Santo límpiame y santifícame para ser un instrumento de bendición en esta generación que tiene oídos sordos y ceguera espiritual, que la luz de Cristo alumbre sus corazones. En el glorioso y santo nombre de Jesús, amén.»

2. Lee la palabra de Dios
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”. Isaías 6:6-8
“Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra. Y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa”. Isaías 6:11-13

3. Reflexiona
¿Cómo es que el ministerio profético de Isaías no tuvo los resultados que él esperaría? Ya Dios se lo había revelado de antemano cuando le dio la visión para su llamamiento. Isaías le preguntó hasta cuándo duraría aquella esterilidad de su mensaje en el pueblo, la respuesta de Dios en Isaías 6:11-12 quizás lo dejó desconcertado.
Uno pensaría que el Señor nos llama a hacer algo para ver resultados inmediatos, que haga que los corazones se vuelvan a Dios, pero muchas veces no es así. La misión del profeta Isaías produjo el resultado contrario, la culpa por los pecados del pueblo de Israel aumentó y el mensaje profético estaba destinado a no tener como resultado la positiva conversión de Israel a su Dios. Y esto produjo una fuerte desesperación en el profeta. Pero en las últimas palabras de Jehová que concluyen la visión, se encierra el germen de la esperanza: … después de ser derribados, aún les queda el tronco. Así que Isaías entiende que ese tronco es la simiente santa, aludiendo al remanente que volvería a Dios.
¿Y acaso no fue igual la experiencia de Jeremías, de Pablo, o del mismo Señor Jesús? Jesús, tal como Isaías, recurrió al uso de parábolas para predicar al pueblo, para que de todas maneras escucharan de buena gana, aunque no vieran, ni escucharan, y entendieran, para que el mensaje profético quedara como testimonio para nosotros y entender que todo en manos de Dios tiene un tiempo y un propósito.
El profeta Isaías tuvo una visión del trono de Dios, visión que no fue concedida en un tiempo de paz, sino en el año de inestabilidad e incertidumbre del pueblo de Israel. Es en los momentos de crisis cuando Dios revela su gloria a los que tienen el corazón dispuesto, pero para eso hay que ver más allá de lo externo. La gloria de Dios se manifiesta, pero no será percibida por los que están enfocados en lo terrenal porque las señales invisibles se revelan a los que buscan la Presencia de Dios. Como dice Jeremías 33:3 “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
La revelación se obtiene por clamor, las cosas ocultas no son inaccesibles, pero si reservadas para aquellos que lo buscan con sinceridad y quienes están sintonizados con su Espíritu y comienzan a ver lo que otros no ven. En estos finales tiempos, como escogidos y llamados por el Señor, debemos entender que el aumento de la maldad, el endurecimiento de los corazones, la falsificación de la verdad, son señales que el tiempo se acorta para la venida del Señor Jesús y eso no debe desanimarnos, sino que con más premura debemos compartir el evangelio, dejándole los resultados a Dios.
No ignoremos nuestras experiencias con Dios, cuando Él se manifiesta y nos llama, muchas veces aparece en nuestros momentos críticos. Y su voz audible a nuestro corazón nos lleva al arrepentimiento y a la confesión de pecado. Y resultan en una consagración al servicio: «Heme aquí, envíame a mí»
Cumplamos entonces con la gran comisión a la cual fuimos llamados, en medio de un mundo sordo y ciego, pero que Dios ama y quiere que alcancemos.

4. Alaba a Dios

5. Comparte
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