Cultivando el amor
2025-09-16

1. Oración inicial
«Padre, gracias por Tu Palabra, pues en ella me hablas de manera clara y me guías para que siga tus pisadas. Amén.»

2. Lee la palabra de Dios
“Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno, En tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; Y se agravó mi dolor. Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego, Y así proferí con mi lengua:” Salmos 39:1-3

3. Reflexiona
¿Cuántos de nosotros ante alguna discusión preferimos callar para no agravar la situación? Una vez escuché de una gran amiga y guía espiritual que quien hacía esto no erraba, ya que no existe ningún tipo de problema en callar, pues el problema radica no en lo que callamos, sino en lo que guardamos en nuestro corazón cuando lo hacemos. El rey David, por ejemplo, está expresando esta problemática, algo ha sucedido en su vida y él simplemente ha decidido refrenar su lengua, no ha querido expresar ni cosa buena, ni cosa mala, seguramente para no encender una discusión; el problema radica en que lo que ha callado lo está guardando en su corazón y lo ha llevado al punto de enardecerse (Salmos 39:3), en otras palabras, afligirse, indignarse, incluso sentir una furia que la describe como un fuego que te quema por dentro, ¿se nos hace conocida esta emoción? Quizás sí, pues ¿cuántos de nosotros, guiados por el Espíritu Santo, refrenamos nuestra lengua en discusiones acaloradas para no hacer la situación más grande?, porque si fuera por nuestra carne tan solo daríamos rienda suelta a lo que llevamos por dentro.
Debo confesar que este pasaje me lo reveló Dios un día en el que justamente me sentía como el rey David, con un fuego por dentro, herida por las palabras y acciones que había cometido contra mí una persona a la que amo, y en mi tiempo de oración a Dios solo salía rabia, tristeza, decepción, incluso quería pagarle igual, y justamente en ese momento me encontré con el Salmo de David; quedé asombrado, pues el Salmista expresaba todo mi sentir, pero en su ejemplo veía una gran diferencia, su conclusión no llegaba hasta donde manifestaba su disgusto, sino que iba mucho más allá. En el Salmo 39:4-7 podía ver la obra del Espíritu Santo, pues Él es quien nos redarguye y convence de pecado, era quien llevaba al Salmista a meditar en que los días son cortos, frágiles, pues hoy podemos estar y mañana quizás no; al ver esa fragilidad en el Salmo es como si el Espíritu Santo me llevara a entender que el poco o largo tiempo que yo estaré en la tierra no lo debo desperdiciar en discusiones, ni en guardar rencor, sino que lo debo invertir más bien en cultivar el amor (Proverbios 17:9), Jesús nos ha dado ese ejemplo, vivió 33 años y en el transcurso de ese tiempo solo sembró amor, pues no lo veo en las Escrituras diciendo que guardaba rencor en su corazón, por el contrario, lo que más enseñaba era acerca del perdonar y amar a nuestros enemigos, de la misma manera en la que Él nos ha amado y perdonado (Mateo 5:44-45).
Hermanos, la vida es frágil y corta, y en nuestras manos está el tomar la decisión de pasar lo que resta de ella cultivando el rencor o, por el contrario, cultivando el amor.

4. Alaba a Dios

5. Comparte
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