Llamados a instruir a nuestros hijos

«Padre amado, en este nuevo día, renueva tu misericordia sobre mi familia. Ruego por tu presencia y tu cuidado sobre mis hijos, dame la sabiduría necesaria para instruirlos y dirigirlos en cada etapa de su vida, y permite ser ejemplo de gracia y fidelidad a ti. Te pido que toques su corazón con tu amor y tu paz, muéstrales el camino correcto para que tomen las mejores decisiones. En el precioso nombre de Jesús, amén.»

“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Deuteronomio 6:4-7
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6

El discipulado en la iglesia local es un llamado claro, especialmente para nosotros como padres de familia, porque Dios nos ha dado la responsabilidad y el privilegio de transmitir su verdad a las generaciones siguientes, enfatizando la importancia de anunciar la Palabra de Dios dentro del contexto del hogar, los padres somos llamados a instruir a nuestros hijos en todo tiempo de su vida. Cada momento se convierte en una oportunidad para formar a los hijos en el amor y la obediencia a Dios.
En el contexto de la iglesia el mandato de Tito 2:1-5 nos muestra el rol de mentoría intergeneracional que debemos llevar a cabo dentro de nuestra comunidad de fe, para asegurarnos que las enseñanzas de Jesucristo se transmitan y apliquen en todas las etapas de la vida. De este modo el discipulado se realiza tanto en el hogar, como en la iglesia complementándose mutuamente.
La familia y la comunidad de fe trabajan juntos para formar a las nuevas generaciones en el conocimiento de Dios. Cada conversación, momento cotidiano y enseñanza intencional, es una oportunidad para enseñar la verdad de Dios en el corazón de las nuevas generaciones. Esta transmisión intergeneracional no sólo edifica nuestras familias sino el cuerpo de Cristo. Qué privilegio es responder a este llamado divino y ser parte del discipulado que transforma vidas.
Dice en Salmos 78:2-4 “Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, las cuales hemos oído y entendido; que nuestros padres nos las contaron. No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia, y las maravillas que hizo”.
Esto nos indica que debemos sembrar semillas de fe, que puedan florecer por generaciones, esto nos debe mover a dejar un legado de sabiduría y fidelidad, para que los jóvenes tomen su herencia espiritual y sigan adelante y esto asegure que la fe permanezca viva y que el conocimiento de las maravillas del Señor se multiplique. Nuestro testimonio para ellos es importante porque nuestras vidas cuentan una historia de gracia y fidelidad que bendecirá a las generaciones venideras y que puedan ser inspiradas a poner toda su confianza en Dios.
En Mateo 28:19-20 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. Este mandato es para todos, la enseñanza de la Escritura debe vivirse y compartirse con amor y convicción, siendo fieles al transmitir la verdad eterna, confiando en que Dios hará que su Palabra dé fruto.
“Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir” Salmos 71:18. Este clamor debe recordarnos que mientras tengamos vida, tendremos un propósito, anunciar el poder de Dios y sus maravillas a los que vienen detrás de nosotros.