La fuente de la eterna juventud. Parte 2

«Mi Señor Jesucristo, exprésate a través de mi en todo lo que hago, para glorificar al Padre, puesto que mi anhelo es que viviendo por el Espíritu pueda vencer la carne, renovar mi entendimiento y crecer en el conocimiento de tu amor. Amén»

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.”, 2 Corintios 4:16

“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”, 1 Corintios 15:53-55

Aunque el Señor como Padre proveedor, nos alienta, nos sana y nos rejuvenece como dice Salmos 103:3-5 “Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila.”, su propósito en Cristo Jesús es que nos revistamos del nuevo hombre.

El nuevo hombre es el hombre regenerado en contraste con el viejo hombre, y es nuevo por haberse convertido en participante de la naturaleza y la vida divina al haber sido unido a Cristo Jesús (Romanos 6:6, Colosenses 3:3-4, 2 Pedro 1:4)

Sí hermanos es en Cristo que tenemos la promesa y la garantía de que tendremos un nuevo cuerpo glorioso, que puede gozar de la plenitud de la eternidad, pero mientras esto llega debemos permanecer en la vida espiritual, para que Cristo sea formado plenamente en nosotros y crezcamos como dice Efesios 4:13 “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;”

Entonces no debemos desmayar en esta renovación espiritual diariamente como nos enseña el versículo de hoy en 2 Corintios 4:16.

Concluimos hermanos, que la fuente de la eterna juventud es Cristo, y es interior, es del Espíritu; mientras llega la transformación de nuestro cuerpo, al ser partícipes de esta nueva naturaleza divina puesta en nosotros, nuestro esfuerzo es en crecer y renovarnos diariamente para alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo.