Incendio. Parte 2
2025-07-31

1. Oración inicial
«Señor, estoy convencida que Tu Palabra es verdad, en ella me has dicho que el que comenzó la buena obra en mí, la perfeccionará, es decir, la terminará hasta el día en que tú regreses. Gracias por nunca rendirte conmigo. Amén.»

2. Lee la palabra de Dios
“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.” Efesios 6:16

3. Reflexiona
En el devocional anterior nos preguntamos ¿cómo vencer la amargura, que es como un incendio voraz que llega a consumir nuestras vidas? Concluimos que la respuesta estaba en la fe, y ésta es imprescindible ya que por medio de ella es que el Espíritu Santo actúa en nuestras vidas, pues a medida que creemos en la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos impulsa a practicar aquellas cosas que impiden que se anide la amargura, por ejemplo:
Cuando alguien nos ofende, el Espíritu Santo por medio de la fe nos impulsa a no guardar rencor, pues la Palabra de Dios nos dice que el que perdona la ofensa, cultiva el amor; pero el que insiste en la ofensa divide (Proverbios 17:9)
Cuando la amargura nos impulsa a tener sentimientos de rabia que nos estancan y nos hacen permanecer en el conflicto, el Espíritu Santo por medio de la fe nos conduce a cultivar la paz, pues las Escrituras dicen: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18)
Cuando la amargura nos alienta a pagar a otros con la misma moneda con la que nos han pagado, el Espíritu Santo por medio de la fe nos impulsa: a amar con el amor de Cristo (Romanos 5:5), y a ser misericordiosos, incluso con los que nos ofenden, (Mateo 5:38-48; Lucas 6:27-30,32-36)
Como vemos, si creemos y aceptamos el consejo que Dios nos da en Su Palabra, el Espíritu Santo será el encargado de llevarnos a experimentarlo; haciendo ésto no permitiremos que la amargura se anide en nuestro corazón, pues eso es lo que el enemigo desea que pase, que se siembre amargura para que cuando ésta brote termine contaminando a los demás. Pero lo que el Señor desea es que nuestro corazón sea un reflejo del Suyo, pues Él es amoroso, misericordioso, perdonador, manso y humilde (Mateo 11:29). Cuando nuestro corazón refleja el corazón de Dios, la Palabra dice que entonces nuestras almas encontrarán descanso, reposo, y ésto nos llevará a experimentar paz, fruto del Espíritu Santo, la cual no se puede disfrutar cuando permanecemos en amargura.

4. Alaba a Dios

5. Comparte
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