"Señor Jesucristo, tú el Ungido de Dios, el Salvador del mundo, has abierto mis oÃdos a tu voz, has dado luz a mis ojos para seguir tu camino, has vendado mis heridas y me has sacado de la cautividad del pecado. Te ruego Señor, sigue obrando sanidad en mi vida, para poder llevar con amor las buenas nuevas de salvación. Te amo Señor, amén."
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová”, Isaías 61:1-2a
Era un día sábado cuando Jesús entró a la sinagoga, como era su costumbre, y se levantó a leer el libro del profeta Isaías que le fue entregado, luego de leer, enrolló el libro, lo devolvió y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. Entonces Él, con toda autoridad les dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21). El Ungido, el Mesías, era ansiosamente esperado, para dar buenas nuevas a los “pobres de espíritu,” como lo dijo Jesús en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). El Señor nos ha llamado a declarar las buenas nuevas, a enseñar acerca de Jesús y su salvación.
Jesús fue enviado a sanar, así como Dios había dicho: “El sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.” (Salmo 147:3). Los quebrantados de corazón son aquellos verdaderamente arrepentidos y humillados que aceptan y confiesan a Jesús como su Señor y Salvador. Nuestro papel es ocuparnos de los quebrantados de corazón y dirigirlos a Jesús para su restablecimiento. La Biblia dice: “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38). Jesús vino a liberar a las personas, que estaban cautivas del pecado y del lazo del diablo.
Jesús sanó a muchos ciegos, pero aquí está hablando de la ceguera espiritual, como dice la Palabra: “Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.” (Juan 9:39) Jesús quiso decir con esto que los fariseos, que podía ver se quedaron ciegos a las verdades de su enseñanza por causa de su orgullo e incredulidad. La ceguera espiritual pareciera ser peor que la misma física, pues mientras los unos pudieran tener luz en su alma, en los otros hay una oscuridad en sus conciencias. Solo las verdades de la Palabra de Dios quitan la ceguera espiritual. Jesús dijo: “Por tanto, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:36).
Hermano no perdamos la oportunidad de hacer el bien en nuestro paso por este mundo, quitemos toda ceguera espiritual de nuestra vida y llevemos las buenas nuevas del Señor.
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