Pagó injustamente por mí
2025-12-27

1. Oración inicial
«Gracias mi amado Jesús, por pagar el precio de todos mis pecados en la cruz, fuiste injustamente condenado, siendo inocente ocupaste mi lugar, y me libraste para siempre de la muerte y la condenación eterna, pagaste un precio muy alto por mí. Ahora no puedo callar lo que hiciste, porque trajiste libertad y restauración, ahora puedo gozar de la vida eterna gracias a tu inmenso amor, amén. «

2. Lee la palabra de Dios
“¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis. Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios. Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy. Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. Lucas 22:67-71
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” Daniel 7:13-14

3. Reflexiona
El “hijo de hombre” nombrado en la profecía de Daniel corresponde a Cristo, Cabeza de la humanidad restaurada; la simiente de la mujer, que aplastaría al Anticristo. Que vino a ser hombre, se encarnó para ser el Salvador de la humanidad y que es el restaurador de la herencia perdida en el Edén, y a Quien se le daría el dominio, gloria y reino eterno sobre todas las naciones en su Segunda Venida. Así como ascendió para sentarse a la diestra del Padre, vendrá de nuevo como dice Apocalipsis 1:7 “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén”.
Jesús se refirió a sí mismo en el Sanedrín como “Hijo del Hombre”, diciendo: “Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios”, declarando abiertamente que era el “Hijo de Dios”. Aunque para los ancianos, sacerdotes y escribas decir esto era una blasfemia digna de muerte. Jesús cumplió la profecía de Daniel al ser hecho a semejanza de la carne pecadora y ser encontrado como hombre, pero siendo el Hijo de Dios y sin pecado. El Padre dará a su Hijo encarnado, nuestro Mediador y Juez, la herencia de las naciones, como se lo prometió en Salmos 2: 6-8 “Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones y como posesión tuya los confines de la tierra”.
La expresión favorita de Jesús para designarse a sí mismo, era Hijo del Hombre. De ahí que el sueño de Daniel tiene en parte un carácter mesiánico, al anunciar que la venida del Mesías inaugurará una nueva etapa del reinado de Dios sobre la historia. Cristo cumplió esta misión trayendo el reino de Dios a la experiencia humana.
Sabemos que el juicio de Jesús fue injusto, en primer lugar, porque el tribunal se sentaba en semicírculo, para que cada uno pudiera ver a todos los demás. El reo se colocaba enfrente del tribunal, vestido con ropas de duelo. Detrás de él se sentaban filas de estudiantes y discípulos de los rabinos, que podían hablar en defensa del acusado, pero no en contra. Todas las acusaciones tenían que probarse por la evidencia de dos testigos, examinados independientemente. Estaba permitido que un miembro del tribunal hablara primero en contra del acusado y luego cambiara de parecer y hablara a su favor, pero no viceversa. Cuando se llegaba el momento de dar el veredicto, todos los miembros del tribunal tenían que emitir su juicio individualmente, empezando por los más jóvenes hasta acabar por el más anciano. Para la absolución era suficiente con la mayoría de un voto, pero para la condenación se necesitaban por lo menos dos votos. La sentencia de muerte no se podía ejecutar el mismo día que se pronunciaba; tenía que pasar una noche, para que el tribunal durmiera, y considerara si debía aplicar la piedad. Todo el procedimiento estaba diseñado para que prevaleciera la gracia; y, hasta en el breve relato de Lucas, está claro que el Sanedrín no cumplió sus reglas en el caso del juicio de Jesús.
Jesús no manifestó en este momento que Él era Dios, simplemente respondió con un sí a la pregunta del sumo sacerdote, diciendo: «Vosotros decís que lo soy». Pero Jesús se identificó con Dios al usar un título familiar que se halla en el Antiguo Testamento: «Yo soy», Éxodo 3:14. El sumo sacerdote reconoció la declaración de Jesús y lo acusó de blasfemo. Los líderes judíos tenían la evidencia que necesitaban. Jesús enfrentó un juicio injusto en nuestro lugar, de manera que no tuviéramos que sufrir uno de esta naturaleza y recibir el justo castigo por nuestros pecados.
Jesús entendió que esto tendría que ser así para cumplir el propósito de Dios, pero lo sostuvo el saber que después de su condena y crucifixión se sentaría a la diestra de su Padre victorioso al derrotar la muerte, el pecado y el reino de las tinieblas. Hoy demos gloria y honra a su Nombre.

4. Alaba a Dios

5. Comparte
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